Darinka
octubre 19, 2018
«La única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas». Jack Kerouac
La Feria Internacional de Cine de Manizales (27 de octubre al 5 de noviembre) parte de una metáfora: es una forma de desplegar juegos interpretativos de cómo la vida se transforma y cómo, en la convulsión de los cambios, se genera una mágica arquitectura de experiencias y formas, que, desde un proceso natural de transformación que se sucede de manera mágica en la agitación de la vida misma, nos deja una serie de aprendizajes que nos hablan del valor de la resiliencia en tiempos de altísima complejidad.
Ernesto Sábato decía que es, en los tiempos de crisis, cuando más necesarias son las utopías, y es, desde esta inmersión de sentidos abiertos, que nos hemos planteado ampliar las fronteras y entender que necesitamos redimensionar el valor de las mutuas presencias, prolongar el hilo narrativo que nos conecta, y entrelazar las polifonías y las policromías que definen este viaje transformador que proponemos.
Nuestra Feria es la materialización de una utopía y es sobre todo una experiencia en el tiempo y para el tiempo; es un tejido vital que adquiere forma desde los diálogos interpretativos con los escenarios de las pedagogías, la exhibición, la creación, la investigación, las narrativas, la sensibilidad, la estética, la realidad, la irrealidad, y cada una de las líneas que componen la cartografía de sentidos que nos define como región, es un relato expansivo de la forma en la que entendemos la necesidad vital de encontrarnos y crear, desde allí, un alfabeto común para que el universo cinematográfico se suceda en una relación ritual con cada uno de los confines geográficos y humanos de nuestra ciudad.
En este escenario abierto se viene sucedien- do, para nosotros, un cine que habla y se hace de las escuelas, los bosques, los indígenas, los teatros, los tableros, las revoluciones, la diversidad, los niños, el cielo, los migrantes, las movilizaciones, la poesía, la locura, las luchas, los océanos, el miedo, el amor, el abandono, la esperanza, la imaginación, el fuego, las cordilleras, las almas, los ríos, los volcanes, los campesinos, los artistas… Desde todos y para todos, somos una multitud que hace parte de este enjambre resonante y telú- rico que compone nuestro ecosistema, porque no podremos imaginarnos un cine que no se suceda en cada rincón y a la sombra de cada ser vivo.
Una de las crisis más profundas de la modernidad en medio del derrumbamiento de los paradigmas del progreso, es la crisis emocional de los individuos, el impacto a nivel psicológico de fenómenos a escala mundial, como la pan- demia, la crisis medioambiental, el calenta- miento global que amenaza la seguridad biológica del planeta, haber convertido la indescifrable materia de la que hacemos parte en un banco de recursos expoliado y usurpado, la guerra que se posiciona en el centro mismo de la civilización humana, la proliferación de ultranacionalismos y neofascismos, y la ruptura del contrato social, despliegan sus fracturas hacia cada individuo, cada subjetividad y cada territorio.
La dimensión psicosocial de esta crisis es hoy, más que nunca, como en un film distópico futurista, plagada de sentimientos complejos donde opera la humanidad desde el miedo, la incertidumbre, la decepción, la ansiedad, la psicosis, la melancolía, la conversión, la ideación delirante, el desequilibrio afectivo, la disociación, la desorganización del pensamiento y de la identidad.
Centro Cultural y de Convenciones Teatro Fundadores, sede de Ficma 2022,